martes, 11 de mayo de 2010

Recuerdos de una caravana


Cuando era pequeña recuerdo algunos de los momentos preparando nuestro largo viaje a mil kilómetros de distancia. Cada año sagradamente nos íbamos a Galicia durante tres meses y esto requería de una larga lista de preparativos.


Antes del viaje mi padre preparaba la lista de regalos para todos y cada uno de los familiares, amigos, vecinos, conocidos o parientes lejanos y cercanos con los que nos íbamos a encontrar y mi madre los envolvía en papel de regalo y les hacía un lacito de tirabuzones a juego con el color del papel y les ponía una etiqueta con el nombre de la persona porque normalmente era el mismo papel para todos. Yo cuando era ya un poco más mayor participaba también en este proceso de los envoltorios, cosa que me encantaba. Además llevábamos kilos y kilos de naranjas para regalar en algunas casas y chucherías para todos mis amigos.


Mi madre se pasaba semanas preparando las cosas de la caravana para que no faltara de nada durante todo ese tiempo. Recuerdo el bote de miel, que tenía que encajar en uno de los compartimentos del cajón de los botes. Y el papel higiénico cuando mi padre contaba los rollos y llevábamos uno para cada día y el mini congelador. En la caravana cada cosa tiene su sitio y todo está encajado y diseñado como los cubiletes de colores de los niños, porque nada puede ir suelto. El comedor se transforma en cama de cuerpo y medio y arriba se despliega la litera en la que dormía un día yo y otro mi hermano, porque cuando fue consciente descubrió que dormir arriba en la litera molaba más. La habitación de matrimonio tiene una puerta corredera para dar más intimidad y si desmontas los cojines que forman el colchón se puede convertir en un salón enorme. La única pega es que el baño no tenía ducha integrada pero mi padre se inventó una ducha con un aparato para sulfatar de estos de color azul. Nunca se podía duchar una persona sola porque hacía falta alguien para subir y bajar la manivela para darle presión y bombear el agua. El tema de esta ducha merece un post aparte, ahora cuando lo pienso era un poco precario pero nos reíamos tanto…


Teníamos un mapa de carreteras que usábamos todos los años y cada vez estaba más mugriento. Habíamos hecho una leyenda en lápiz para recordar los pueblos y ciudades en los que solíamos parar. La ‘F’ si había una fuente, la ‘R’ si había un río, la ‘P’ si había un parque...


Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero antes aquel viaje era un mundo. Ya ni recuerdo cuánto tardábamos en llegar, mínimo una semana, porque parábamos en pueblitos con fuentes y ríos y de paso nos quedábamos a pasar las noches en lugares que nos gustaban. A veces aparcábamos la caravana en la plaza mayor de la ciudad porque así por la noche estábamos bien iluminados y seguros. Actualmente está prohibido casi todo lo que hacíamos, llegábamos a la plaza, aparcábamos a la virulé, quitábamos el remolque y bajábamos las patas, nos sacábamos la cena y aún encima le pedíamos a la policía que nos vigilara por la noche para que nadie nos robara.


Luego el procedimiento antes de dormir era siempre el mismo, una vez ya cada uno estaba en su respectiva litera, cama transformable en mesa o cama de matrimonio-salón, había que contar un chiste: el del tío que entra a la panadería a por pan y el panadero le dice que tendrá que ser duro.


Bona nit, totes les pusses al teu llit, y la més grossa al teu melic!

5 comentarios:

  1. Qué grandes historias contienen las caravanas...en mi caso sin moverse del sitio...Gracias Iria por compartir un trocito!

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  2. Es verdad, tu también tienes caravana! Pues tendrás mil historias también :)

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  3. Qué bonito cuento! es vuestra caravana en la foto?

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  4. Gracias Birgit: nuestra caravana es un poco más grande, y sólo tengo fotos en papel. Ésta la cojí de internet. ;)

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  5. Por favor: post para la muñeca meona ya! Y ... cuero y ¿medio? :)

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